Aparición de la Virgen en Lourdes – Francia
Publicado el: 08.02.2019
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En los Pirineos Franceses se presenta en el año 1858 la Madre de Dios a una niña de catorce años, ignorante y carente de formación religiosa. Francia, de este modo, recibió en pocos años tres visitas de la Inmaculada Concepción: La Medalla Milagrosa en París en 1830, La Salette en 1846 y Lourdes en 1858.
Como suele ocurrir en muchas oportunidades, María elige a una niña campesina como testigo, demostrando una vez más que Dios no se interesa por las grandezas del mundo, cuando de enviar a Su Madre se trata. Nunca eligió Ella a príncipes o reyes o grandes dignatarios para dar sus mensajes. Gente sencilla y con el corazón abierto es lo que Dios quiere de este mundo, y es a ellos a quienes dirige a Su Madre.
Bernardita Soubirous, la testigo de la Presencia Celestial en la Gruta de Massabieille en el pueblo de Lourdes, encontró a una María esplendorosa, que dio vida a un lugar de sanaciones y espiritualidad que llegará a millones de personas con el paso de las décadas. Vestida de blanco, refulgente como el sol, se presentó para confirmar el tercer Dogma Mariano que había sido promulgado por el Papa Pío IX pocos años antes: La Inmaculada Concepción de María. Este hecho nos llena el alma de alegría y da sentido por si solo a la Presencia de la Madre de Dios en Lourdes. Pero María hizo también otros prodigios, como el de hacer surgir una fuente de agua de la roca: esta agua no ha cesado de producir milagros de sanación física hasta hoy en día. Sin embargo, es la sanación espiritual el milagro mas grande de Lourdes: millones de personas concurren cada año a la Gruta en peregrinación, a manifestar su amor por la Madre del Salvador.
La testigo de la aparición siguió su vida luego de las dieciocho apariciones que pudo presenciar en la Gruta de Massabieille: Bernardita Soubirous dio curso a su naciente vocación religiosa, y se ordenó como la Hermana María Bernarda. Sin embargo, triste fue su vida de convento ante la incomprensión de su madre superiora y sus compañeras. Burlada, menospreciada y dejada de lado, supo con humildad entregar todo a la Voluntad del Creador. Enferma desde niña, tuvo un fuerte recrudecimiento de sus enfermedades con el paso del tiempo, hasta morir a los treinta y cinco años en una entrega total a Jesús y María.
La Hermana María Bernarda fue canonizada como Santa Bernardita, ante las evidencias de santidad que tuvo después de las apariciones, y hasta su serena muerte. Su cuerpo fue descubierto incorrupto después de muchos años, fresco como si hubiera muerto ayer. Y así se lo puede admirar en el convento de Nevers donde Bernardita pasó los últimos años de su vida terrenal. ¡Admiremos este prodigio del poder de Dios frente a nosotros, miren el rostro de Bernardita vivo como si hubiera muerto ayer!.
Lourdes es una joya muy importante en el alhajero de Dios: Jesús se lo regala a Su Madre, María Santísima. Es una manifestación Celestial llena de amor, de pureza, de humildad y de entrega a la Voluntad del Creador. ¡Es María en su máxima expresión!.
María, Madre mía, que te presentas a los más humildes envuelta en la Gracia de Tu Hijo. Envuélvenos en Tu Manto, cobíjanos de las impurezas del mundo y danos el calor de tu sonrisa. Haz que ahora, y por siempre, nos entreguemos a tu sencillez, tu silencio, tu humildad y tu confianza infinita en la Mano del Padre. Que el Espíritu Divino que tú recibiste para Gloria de los tiempos pasados, presentes y futuros, descienda sobre nosotros por Tu Sagrada Intercesión.
¡María, Madre mía, en tus brazos nos entregamos!
El momento
La aparición de María en Lourdes, Francia, se produce en el año 1858, veintiocho años después de la aparición de la Medalla Milagrosa (Santa Catalina Laboure en la Rue de Bac, París) y doce años después de la aparición de La Salette (Maximin y Melanie, en los alpes franceses). ¿Por qué tanta sucesión de gracias en Francia, en tan pocos años?. En aquellos años se propagaba desde Francia hacia el mundo una sucesión de doctrinas que ponían el centro en el hombre, alejándolo de Dios. Sectas y sociedades secretas fermentaron bajo los ideales de la revolución francesa, que bajo un aparente manto de buenas intenciones escondió un impulso al alejamiento de Dios, además de un ataque a la Iglesia de Cristo. También fermentaban en aquellas épocas muchas doctrinas incorrectas dentro de la propia iglesia. María vino a advertir de todo esto en esta sucesión de apariciones en suelo galo, a decirnos a los hombres que detengamos nuestro camino plagado de errores, que volvamos a poner a Dios en el centro de nuestras vidas, que no caigamos en doctrinas y filosofías del todo humanas, que solo sirven para ocultar a Dios de la vista del mundo.
Pero en el caso particular de Lourdes, vino a confirmar y agradecer la promulgación del tercer Dogma Mariano: María, la Inmaculada Concepción. Pocos años antes, en 1854, el Papa Pío IX había definido el nuevo dogma, después de siglos de meditación de los teólogos y Papas respecto de tan importante misterio de la obra de Dios. Y María se manifestó a esta pobre niña francesa bajo el titulo de La Inmaculada Concepción. ¡Que sorpresa la de los teólogos cuando esta ignorante niña manifestó un término sólo conocido por unos pocos!.
María nos advierte de los peligros, de nuestros errores, como una Madre que ama a sus hijos desde lo más profundo de su Corazón. Pero también nos felicita, nos incentiva a seguir, cuando hacemos algo correcto. Es una Madre educadora y formadora que se manifiesta cuando el bien de sus niños así lo requiere. En Lourdes vino a decirnos: gracias por tan hermoso regalo, por descubrir una joya tan preciada en el alhajero de la Santísima Trinidad. Madre perfecta y pura, concebida llena de gracia. ¡María, Inmaculada Concepción, sé la alegría del alma mía!
El lugar
El pequeño pueblo de Lourdes, en las hermosas montañas de los Pirineos Franceses, fue el testigo de la aparición de María a Santa Bernardita de Soubirous. En el siglo XIX Lourdes es una cabeza de partido de más de 4.000 habitantes, entre los cuales hay notarios, abogados, médicos oficiales, pero también obreros, canteros, pizarreros y pequeños artesanos, tales como los molineros. Los diversos cursos de agua que bajaban de las montañas eran utilizados para motorizar la piedra de los molinos harineros que abundaban en el lugar. Los molinos son numerosos, algunos fuera de la ciudad, a lo largo de uno de los riachuelos que mueren en el Gave, como es el Lapacca. Justamente la hija de un molinero fue testigo y protagonista de la Presencia Celestial en el lugar, ya que la primera infancia de Bernardita ocurrió en un molino.
Pero Lourdes también fue un punto en que, al igual que muchos otros lugares de Europa, sufrió la hambruna y miseria que había sido profetizada por la Madre de Dios pocos años antes en la aparición de La Salette. El fracaso de las cosechas de trigo, nueces, papas y las pestes que la miseria trajo al pueblo, no fue ajena al pueblo de Lourdes.
Como suele ocurrir en muchas apariciones, María se presenta a niños humildes e ignorantes en lugares alejados y rurales, como una forma de manifestar su predilección por los mas humildes. Sin dudas que los corazones de muchos habitantes de Lourdes estaban abiertos al mensaje de Dios, preparados por el dolor y sufrimiento que se había abatido sobre sus hogares por aquellos tiempos. Acrisolados por la adversidad, los pobladores se entregaron a las evidencias que Dios puso en sus manos y dieron impulso a una de las apariciones que mas ha cambiado la historia del mundo, siendo actualmente el Santuario mas visitado junto con el de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. No restemos méritos al pueblo de Lourdes, ellos hicieron con su fe una llama que iluminó la Presencia de María y dio esperanza a un mundo que se internaba en la oscuridad de doctrinas plagadas de egocentrismo y vanidad humana.
Gracias María, gracias pueblo de Lourdes, gracias Francia por habernos dado, con tu fe, la luz de la Presencia Divina que testimonia la sencillez y humildad que Dios espera de nosotros.
La vidente
Marie Bernard de Soubirous, Santa Bernardita o Santa Bernardette, es la sencilla alma que utilizó Dios para llegar a nosotros. Al igual que Santa Catalina de Laboure (La Medalla Milagrosa) Bernardita estuvo sola en todo momento, fue su testimonio el único soporte de la manifestación celestial que le tocó vivir. En muchas otras apariciones son múltiples los testimonios de los videntes (Fátima, La Salette, Medjugorje), pero en este caso fue ella contra la incredulidad de mucha gente. Es muy difícil para una niña de tan corta edad enfrentar con coraje la resistencia de nuestros corazones incrédulos, pero ella lo hizo apoyada únicamente en su fe inquebrantable y en su sencillez sin limites. ¡Pero no nos olvidemos de su coraje!.
Santa Bernardita nació el 7 de enero de 1844. En su bautismo le pusieron el nombre de Marie Bernard, pero desde pequeña la llamaban por el diminutivo “Bernardette”. Su padre Francisco era un hombre honesto y recto, que tenía el oficio de molinero. Durante la niñez de Bernardita su familia vivía en el molino de Boly, propiedad de una familia acomodada del lugar. Los Casterot habían entregado en renta el molino a Francisco: él se casó con Luisa Casterot cuando ella tenía 16 años de edad, y así se pensaba que su futuro estaría asegurado. Los hijos mayores eran niñas, de las que Bernardita era la primera, después de ella venía Toinette (dos años y medio más joven) y luego los dos varones, Jean Marie y Justin. El matrimonio era feliz: cuando los clientes venían a moler su trigo, la joven pareja les servía una comida completa. Esto podía hacerse en tiempos de abundancia, pero llegó a hacer crisis en tiempos de estrechez. Se puede decir de este modo que Bernardita nació en una familia de clase media, no fue pobre en su primer infancia. De hecho cuando ella nació fue confiada a una nodriza por seis meses. La nodriza, llamada Marie Avarant y de casada Lagues, vivía en Bartres, en el campo a 5 millas de Lourdes. Marie Lagues amamantó a Bernardette por 15 meses, desde junio de 1844 a octubre de 1845. De acuerdo con la costumbre ambas familias quedaron muy unidas entre sí.
Ella siempre recordó esos primeros diez años como sus años felices, en unión con sus padres y hermanos. Llamará a ese lugar el molino de la felicidad, porque allí descubre algo muy importante en la vida de todo hombre, de toda mujer: el amor humano. Alguna vez dirá: “Papa y mamá se aman”. Esta experiencia hará de ella una joven profundamente equilibrada, sobre todo en el momento de la prueba, de la miseria y de la enfermedad.
Comienza el sufrimiento de Bernardita
A partir de 1854 varios acontecimientos vienen a trastornar la vida de la familia de Bernardita. Primero, un accidente de trabajo disminuirá a Francisco Soubirous, cuando una esquirla de la piedra del molino le salta a un ojo y lo deja tuerto. El fracaso de las cosechas de trigo (dos años de sequías profetizadas en La Salette) dejó en la hambruna al pueblo, pero también dejó sin trabajo a los molinos harineros. Mas tarde, cuando estamos ya en plena revolución industrial, aparecerán los nuevos molinos de vapor con los que no pueden competir los tradicionales molinos de agua. Todos estos molinos, empezando por el de Francisco Soubirous, van a la ruina. Las deudas y la imposibilidad de pagar el alquiler forzaron a los Soubirous a dejar el molino (fueron arrojados de su hogar) y albergarse en una miserable y pequeña habitación que les cedió un primo de Francisco llamado Andrés Sajous, que había sido una celda en otras épocas (se la conoce como le cachot, el calabozo). El lugar de hecho había sido abandonado como calabozo por ser insalubre, y recibe a la familia a comienzos del invierno de 1857. Les prestan una cama para los padres y otra para los cuatro hijos, y disponen además de un baúl y algunas banquetas. En un solo cuarto vivían los seis, el padre, la madre y los cuatro hijos. Para conseguir el escaso pan para los niños, Francisco y Luisa tomaban todo tipo de trabajos que podían encontrar. En medio de esta miseria Francisco fue falsamente acusado por el panadero de Lourdes de haber robado dos sacos de harina: le costará ocho días de cárcel. Al mismo tiempo una epidemia de cólera se abate sobre Lourdes, causando 38 muertos. Varios centenares de personas se ven afectadas por esta terrible enfermedad, entre ellas Bernardita, que sufrirá las consecuencias durante toda su vida.
Marcada y herida por los acontecimientos que han llevado a su familia a la marginación social, Bernardita es víctima de un doble sentimiento de exclusión. Primero en el pueblo: la señalan con el dedo como a la que vive en “el calabozo”. Y después que su padre tuvo que pasar una semana en la cárcel, la llaman la hija del “ladrón Soubirous”. Después en la parroquia: todos los domingos va a misa, pero a diferencia de sus compañeras no puede ir a comulgar, porque aún no ha hecho la primera comunión. Tiene catorce años, pero la enfermedad y el trabajo le han impedido ir a la escuela, por lo que no sabe leer ni escribir. Tampoco sabe hablar francés ya que sólo habla el dialecto de Lourdes, mientras el catecismo se enseñaba en idioma francés.
Su estancia en Bartres
En Noviembre de 1857 los Soubirous aceptan la propuesta de María Lagues (la antigua nodriza de Bernardita) para que ésta vaya como criada a su casa, en Bartre, un pueblecito cercano a Lourdes. Las dificultades económicas de la familia Soubirous dieron oportunidad a María Lagues para pedir hacerse cargo de Bernardita: el pretexto fue que le ayudase con otros niños, pero en realidad la quería para el pastoreo de ovejas. Quedó así como una pastorcita contratada aunque sin paga. Su padre, que la quería mucho, se dijo: “Será una boca menos que alimentar”.
Al ir a Bartres le prometieron que podría prepararse con el sacerdote del lugar para hacer su Primera Comunión. Tenía casi 14 años y era la única niña de su edad en Lourdes que no la había recibido. Pero al ver que era muy buena en su trabajo, la obligaban a pasar más tiempo cuidando las ovejas, lo que no le permitía asistir a las clases de catecismo. Los dos niños de la familia donde vivía se marchaban todas las mañanas a las clases de catecismo, mientras a ella le exigían marcharse al campo a pastorear. Esto le dolía mucho en su corazón. Pero el deseo de hacer la primera comunión hará que Bernardita regrese al “calabozo” en Enero de 1858, pocas semanas antes de la primera aparición.
Ha surgido un interrogante sobre la inteligencia de Bernardita. Muchos sugieren que no era inteligente. Es cierto que ella aprendía con dificultad y hasta ella misma decía que tenía “mala cabeza”, queriendo decir que tenía poca memoria. Al habérsele negado la posibilidad de estudiar, Bernardita, a los 13 años de edad todavía no sabía leer ni escribir. El maestro Jean Barbet, quién en una ocasión le dio clases de catecismo, decía de ella: “Bernardita tiene dificultad en retener las palabras del catecismo porque no puede estudiarlas, ya que no sabe leer, pero ella hace un gran esfuerzo en comprender el sentido de las explicaciones. Aún mas, ella es muy atenta y, especialmente, muy piadosa y modesta”.
Sin duda Bernardita había sabido cultivar un gran tesoro de Dios: un corazón adornado de las mas bellas virtudes cristianas: inocencia, amabilidad, bondad, caridad y dulzura. El sacerdote de Bartres, Abbé Arder, si bien se marchó a un monasterio poco después que llegara Bernardita, en los pocos contactos que tuvo con ella pudo captar la excelencia de su corazón. El tenía mucha fe en las apariciones de La Salette ocurridas once años atrás (1846) y así comparaba a Bernardita con los niños de La Salette. Decía: “Ella me parece una flor toda envuelta con perfume Divino. Yo le aseguro que en muchas ocasiones cuando la he visto, he pensado en los niños de La Salette. Ciertamente, si la Santísima Virgen se le apareció a Maximino y a Melania, lo hizo en orden a que ellos se convirtieran en simples y piadosos como ella.” Ni la ignorancia, ni la pobreza, ni el aspecto enfermizo de Bernardita le previnieron de apreciar en ella la simplicidad y la piedad. Decía el Sacerdote en una ocasión: “Mira a esta pequeña. Cuando la Virgen Santísima quiere aparecerse en la tierra, ella escoge niños como ésta”. Sus palabras fueron proféticas ya que a los pocos meses la Virgen se le comienza a aparecer en la gruta de Massabielle, cerca de Lourdes.
Todo estaba preparado: María observaba desde el Cielo cómo su pequeña caminaba hacia el momento de gloria de su vida terrenal. Había sido elegida, en el Plan de Dios, para jugar un papel importante en el llamado a los corazones inocentes, y ella misma era una criatura tremendamente inocente y pura. ¡Nada es casual en las manifestaciones Celestiales!
El regreso a Lourdes: las apariciones
Cuando Bernardita vio que su deseo de prepararse para recibir la Comunión no era posible en Bartres, le pidió a María Lagues que le permitiera ir a Lourdes donde insistió a sus padres en que le concedieran regresar a casa. Quería recibir la Primera Comunión y tendría que empezar las clases de catecismo inmediatamente si quería recibirla en 1858. Sus padres accedieron y regresó a Lourdes el 28 de enero de 1858, sólo 14 días antes de la primera aparición de la Virgen.
Es importante, por lo tanto, comprender la razón por la que Bernardita se encontraba en Lourdes cuando tenía 14 años y comenzaron las apariciones: ella buscaba con todo su corazón recibir la Santa Comunión. La Virgen visita a un alma muy pura llena de amor por su Hijo, un alma dispuesta a cualquier sacrificio para llevar a cabo la obra de Dios. Bernardita, al verse impedida de recibir la comunión, recurre a la Virgen, reza diariamente el Santo Rosario y la Virgen le abre las puertas. La Virgen sabe que puede confiar en ella el trascendente mensaje que desea comunicar al mundo. De este modo, el 11 de febrero de 1858 era el día elegido para que el Cielo se hiciera presente en la tierra. Ese día cambiaría para siempre no solo la vida de Bernardita, sino que marca el comienzo de una fuente de Gracias que ha brotado para toda la humanidad, fuente que solo crece con el tiempo.
Ese día, con un tiempo tormentoso y amenazador, la madre de Bernardita le permitió ir al campo a buscar leña seca junto con su hermana menor llamada Toinette y una niña que vivía en una casa cercana, Jeanne Abadie. El lugar preferido estaba cerca del cementerio, pero como no encontraron ramas secas allí, siguieron camino pasando por el molino de Savy. De este modo se fueron acercando para recoger leña en un campo que había frente a la gruta de Massabieille. El canal que llevaba agua al molino de Savy pasaba frente a la gruta, de tal modo que las niñas debían cruzar el frío curso de agua para poder recoger la leña. Bernardita por su fragilidad física se quedó atrás. Las compañeritas habían pasado ya el canal, pero Bernardita no se atrevía a meterse al agua porque estaba muy fría y tenía miedo de enfermarse. Las demás insistían en que lo hiciese y cuando ella empezó a descalzarse, un ruido muy fuerte, parecido a un viento impetuoso, la obligó a levantar la cabeza y mirar hacia todos los lados.
¡Qué es esto!, se decía. Sin embargo las hojas de los árboles estaban inmóviles. El ruido del viento empezó de nuevo y más fuerte en la gruta. Bernardita notó entonces que sólo un arbusto que estaba en la gruta se movía con el viento, mientras los demás permanecían inmóviles. Y ahí, desde el fondo de la gruta, emergió una nube dorada e inmediatamente una maravillosa aparición se destacaba delante de ella, deteniéndose sobre el arbusto de rosas silvestres que estaba a la entrada de la gruta de Massabieile. En este mismo momento empezaron a sonar las campanas de la Iglesia parroquial y se oyó el canto del Ángelus.
La primera Aparición
De este modo, el 11 de febrero de 1858 en medio de una luz resplandeciente como el sol, pero dulce y apacible como todo lo que viene del Cielo, una joven prodigiosamente bella de unos 16 o 17 años de edad se dejó ver por Bernardita. Vestía un traje blanco, brillante y de un tejido desconocido, ajustado al talle con una cinta azul. Un largo velo blanco le caía hasta los pies envolviendo todo el cuerpo. Los pies, de una limpieza virginal y descalzos, parecían apoyarse en el rosal silvestre sobre el que flotaba la imagen, a la entrada de la gruta. Dos rosas brillantes de color de oro cubrían la parte superior de los pies de la Santísima Virgen. Juntas sus manos ante el pecho, ofrecían una posición de oración fervorosa. Tenia entre sus dedos un largo Rosario blanco y dorado con una hermosa Cruz de oro. Todo en Ella irradiaba felicidad, majestad, inocencia, bondad, dulzura y paz. La frente lisa y serena, los ojos eran azul celeste llenos de amor y los labios mostraban suavidad y mansedumbre. La Señora parecía saludarla tiernamente mientras se inclinaba ante Bernardita.
Bernardita se frotó sus ojos y los volvió a abrir, confirmando que no estaba soñando y que lo que veía era real. En ese momento, al ver la sonrisa de la Señora, perdió todo miedo y arrodillándose buscó su Rosario que traía siempre en su bolsillo. La Dama hizo una señal de aprobación con su cabeza y tomó el Rosario que llevada. Bernardita intentó hacer la señal de la Cruz, pero su mano quedó paralizada. En ese momento la Virgen tomo la Cruz del Rosario e hizo la señal de la Cruz e indicó a Bernardita que lo hiciera como ella. En ese momento su brazo paralizado quedó libre. La Señora empezó a pasar las cuentas del Rosario entre sus dedos y Bernardita empezó a rezar el suyo, cada una en oración interior. Sólo al final de cada misterio la Madre de Dios rezaba el Gloria con Bernardita. Al terminar, la Virgen le hizo señas con el dedo para que se acercara y extendiendo el brazo, se inclinó dulcemente y sonrió como despidiéndose de Bernardita, retornando hacia el interior de la gruta. ¡La Visión había desaparecido!.
Cuando las otras dos niñas volvieron a la gruta vieron a Bernardita de rodillas en el mismo lugar donde había visto a la Señora. Se rieron de ella, le dijeron que estaba loca, mientras le preguntaban si volvería con ellas o se quedaría allí. Bernardita cruzó entonces el curso de agua encontrándola tan caliente como la que utilizaba su madre para lavar la vajilla.
Bernardita preguntó a las otras niñas si habían visto algo en la gruta y al responderle éstas que no, les contó su experiencia y les pidió silencio. Pero la hermana de Bernardita se lo contó a su mamá. La madre no le creyó y ordenó a Bernardita que se dejase de imaginaciones y que le estaba prohibido regresar a la gruta. Esa noche, mientras rezaban el Rosario en familia, Bernardita rompió en llantos, repitiendo su invocación favorita: “Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti”.
¡Que sencillez!. Cuanta inocencia y pureza en todo lo que ocurre alrededor de la Madre de Dios. Nada parece especial a los ojos de los hombres en un primer momento, pero con el tiempo se comprende que Dios no requiere de palacios, ni de tronos humanos, ni de vanidosas manifestaciones de poder terrenal. La gruta era un lugar apartado que solía ser refugio de los cerdos que criaban los vecinos del lugar. Y pasó a ser el centro de atención de millones de personas que por más de un siglo han sabido ver allí la paz y la magnificencia que dejó el paso de la Reina del Cielo.
Segunda aparición
Bernardita insistió ante su madre para que la deje volver a la gruta, pero ésta se negó repetidamente con diversos argumentos. Pensaba que todo era una treta del demonio, o que su hija había vuelto loca, pero ante todo temía hacer el ridículo entre sus vecinos. Finalmente el día 14 de febrero las niñas insistieron en que les dieran permiso para regresar a la gruta. Todos pensaban que lo que le había pasado a Bernardita era un engaño de satán, y entonces le dijeron que fuera a la gruta y rociara agua bendita para terminar con todo aquello. Así huiría el demonio y se quedarían tranquilos. Ante estos argumentos la madre finalmente aceptó y le dio autorización para ir a la gruta acompañada de otras niñas que, conociendo la historia, insistían en acudir al lugar con ella.
Cuando llegaron a la gruta, Bernardita les pidió que se arrodillaran a rezar el Santo Rosario. Apareció de nuevo la Virgen, como el rostro de Bernardita testimonió cuando se transfiguró frente a las demás niñas. Ella tiró el agua bendita y dijo: “Si vienes de parte de Dios, acércate a nosotras”. El agua bendita llegó hasta los pies de la Virgen y Ella sonriendo con mas dulzura se acercó a Bernardita. Tomó el Rosario y se persignó con él. Empezaron ambas a rezarlo. Bernardita estaba como muerta, su mirada extasiada fija en la gruta, tan así que las otras niñas empezaron a llorar ruidosamente. Esto atrajo a dos mujeres del cercano molino Savy. Cuando vieron a Bernardita en éxtasis trataron de moverla, de interrumpir su visión, pero nada de esto fue posible. Entonces una de ellas fue a buscar a su hijo Antonio, un joven de 28 años. El se quedó maravillado de lo que vio: el rostro de Bernardita era una visión celestial, no se sintió digno siquiera de tocarla. Obligado por su madre, Antonio tomó a Bernardita en sus brazos y la llevó hacia el molino Savy. En todo momento ella mantuvo sus ojos clavados en un punto por encima de su rostro. Al llegar al molino Bernardita volvió lentamente en si, dejando el éxtasis. Cuando su madre llegó al molino estaba furiosa, y si no castigó a su hija fue porque las señoras y Antonio la reprendieron. ¡Como se atrevía a enojarse con alguien que era mas un ángel que una niña!. Al atardecer ya toda la población comentaba las maravillas que ocurrían en la gruta de Lourdes, pero a los comentarios se unían las burlas, desprecios e insultos.
Tercera Aparición
Luego de muchas discusiones e intentos de vencer su moral y convicción interior, los padres de Bernardita empezaron a creerle ya que ella jamás había mentido antes y se caracterizaba por su obediencia. Además los convenció la naturalidad con que ella exponía los eventos y sus mas pequeños pormenores. El 18 de febrero una señora y una religiosa deseaban acompañar a Bernardita a la gruta. Fueron con ella primero a la Santa Misa de las 5:30 a.m. y de allí se dirigieron a Massabieille. Bernardita caminaba tan rápido que parecía como si una fuerza superior la empujase hacia allá. Se arrodilló y empezó el rezo del Rosario, lanzó un grito de júbilo al ver al fondo de la gruta a la Señora. Le preguntó si se podían quedar sus dos acompañantes y la Virgen dijo que sí. Ellas también se arrodillaron y se pusieron a rezar mientras encendían una vela bendita. Bernardita le pasó un papel a la Virgen pidiéndole que escribiera cualquier cosa que deseaba comunicarle, a pedido de una de las señoras. La Virgen le dijo entonces:
“Lo que tengo que comunicarte no es necesario escribirlo, hazme únicamente el regalo de venir aquí durante quince días seguidos”.
Bernardita se lo prometió y la Virgen le respondió: “Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro” .
La quincena milagrosa
El rumor de las apariciones se esparció rápidamente y una gran multitud acudió a la gruta a partir de entonces.
19 de febrero: Llegó Bernardita a la gruta acompañada de sus padres y un centenar de personas. A partir de este día, iba a todas las apariciones con una vela encendida.
20 de febrero: Alrededor de 500 personas la acompañaban.
21 de febrero: Varios miles de personas llenaban todos los alrededores de la gruta. Hubo un momento en que la aparición parecía hacerse hacia atrás, y como hundirse en el interior de la roca. Para no perderla de vista, Bernardita fue acercándose de rodillas. Observó que la Virgen se había puesto triste. Le preguntó, ¿qué te pasa?, ¿qué puedo hacer?. La Virgen respondió: “Rogad por los pecadores”.
Bernardita era objeto de toda clase de burlas, persecuciones y ofensas. Incluso las autoridades civiles tomaron carta en el asunto. El comisario llegó a recogerla para hacerle un largo examen. Amenazó con llevarla a la cárcel si continuaba yendo a la gruta. Uno de los principales médicos de Lourdes se dedicó a estudiarla, observarla y examinarla. Este llegó a la conclusión que en Bernardita no había ningún signo de alucinación, histeria o escape de la realidad. Dijo así: “Aquí hay un hecho extraordinario, totalmente desconocido a la ciencia y a la medicina”. Sin embargo las persecuciones no terminaron: la policía continuó tratándola indignamente. El Párroco de Lourdes la defendió enérgicamente, pero manteniendo una actitud cauta respecto de la aparición. De hecho no acudía a la gruta como las multitudes del pueblo y de la región si lo hacían. En todo este proceso Bernardita se mantuvo firme pero con humildad, nunca tomando una posición defensiva, ni de ataque contra nadie.
22 de febrero: La Virgen no se le apareció. Todos se burlaban de Bernardita. Ella lloraba pensando que quizás había cometido alguna falta y que por eso la Virgen no se le había aparecido. Pero tenía la firme esperanza de volver a verla. Una de las cosas que mas sorprendía a la gente era ver a una humilde y sencilla pastorcita, carente de adecuada educación, saludar con gracia y dignidad a la Virgen al concluir la aparición. Le preguntaron una vez: “Dime, ¿quién te ha enseñado a hacer tan graciosos saludos?”. “Nadie, contestó, no se como habré saludado, trato de hacerlo como lo hace la Visión y ella me saluda de este modo cuando se marcha.”
23 de febrero: Primera vez que la Virgen formula una orden concreta. Ante diez mil personas la Virgen le da a Bernardita un secreto que solo a ella le concierne y que no puede revelar a nadie. También le enseñó una oración que le hacía repetir, pero que no quiso que la diera a conocer. La Virgen le dijo: “Y ahora, hija mía, ve a decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe levantarse un Santuario, y que a él debe venirse en procesión”.
Bernardita se dirigió inmediatamente hacia la Iglesia a darle el mensaje al Párroco. El sacerdote le preguntó el nombre de la Señora, a lo cual Bernardita le respondió que no sabía. Después de escucharla, el párroco le dijo: “Puedes comprender que yo no puedo bastarme de tu solo testimonio. Di a esa gran Señora que se de a conocer; si es la Virgen, que lo manifieste mediante un gran milagro. ¿No dices que se te aparece encima de un rosal silvestre?. Entonces dile de mi parte, que si quiere un Santuario, que haga florecer el rosal”. El sacerdote se mostraba firme y distante en su actitud exterior, pero luego confesó que en su interior sentía una gran emoción y amor al escuchar los relatos de la pequeña niña. Su responsabilidad como pastor lo obligaba a ser cauto y conservador.
24 de febrero: Toda la gente quiso saber que pasaría con el encargo del Párroco y si la Virgen haría el milagro del rosal. Bernardita como siempre llegó a la gruta y se arrodilló, sin poner atención en absoluto a la gente que iba por curiosidad. Le contó a la Virgen lo que el sacerdote le había pedido. La Virgen solo sonrió, sin decir una palabra. Después la mandó a rogar por los pecadores y exclamó tres veces: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”. Le hizo repetir estas palabras y Bernardita lo hacía mientras se arrastraba de rodillas hasta el fondo de la gruta. Ahí le reveló un secreto personal y después desapareció.
Bernardita por humildad no relató todo los detalles, pero los testigos contaron que también se le vio besar la tierra a intervalos. La Virgen le había dicho: “Rogarás por los pecadores…besarás la tierra por la conversión de los pecadores”. Como la Visión retrocedía, Bernardita la seguía de rodillas besando la tierra. Bernardita se volvió hacia los asistentes y les hacía señas de: “Ustedes también besen la tierra”. Desde entonces le fue encomendada a Bernardita la penitencia por los pecadores. Un día la Virgen la mandó a subir y bajar varias veces la gruta de rodillas, la Virgen tenía la cara llena de tristeza. “La Virgen me lo ha mandado por mi y por los demás”, dijo ella.
La fuente de agua milagrosa
El 25 de febrero María le dijo en la visión: “Hija mía, quiero confiarte solamente para ti el último secreto. Igualmente que los otros dos, no lo revelarás a ninguna persona de este mundo”.
Y ahora -le dijo la Virgen después de un momento de silencio- ve a beber y lavarte los pies a la fuente, y come de la hierba que hay allí. Bernardita miró a su alrededor y no vio ninguna fuente. Pensó entonces que la Virgen la mandaba al canal que pasaba frente a la gruta y se dirigió hacia allá. La Virgen la detuvo y le dijo: “No vayas allá, ve a la fuente que está aquí”. Le señaló hacia el fondo de la gruta. Bernardita subió y, cuando estuvo cerca de la roca, buscó con la vista la fuente no encontrándola, y queriendo obedecer, miró a la Virgen. A una nueva señal Bernardita se inclinó y escarbando la tierra con la mano, pudo hacer en ella un hueco. De repente se humedeció el fondo de aquella pequeña cavidad y viniendo de profundidades desconocidas a través de las rocas, apareció un agua que pronto llenó el hueco que podía contener un vaso de agua. Mezclada con la tierra cenagosa, Bernardita la acercó tres veces a sus labios, no resolviéndose a beberla. Pero venciendo su natural repugnancia al agua sucia, bebió de la misma y se mojó también la cara. Todos empezaron a burlarse de ella y a decir que ahora si se había vuelto loca. Pero, ¡misteriosos designios de Dios!, con su débil mano acababa Bernardita de abrir, sin saberlo, el manantial de las curaciones y de los milagros mas grandes que han conmovido la humanidad desde entonces. Con el paso de los días la gente entendió lo que había ocurrido en la gruta, en su verdadera dimensión. Lo que originalmente les pareció algo extraño y anormal, culminó siendo un regalo inmenso del mismo Dios.
El agua milagrosa de Lourdes ha sido analizada por hábiles químicos: Es un agua virgen, muy pura, un agua natural que carece de toda propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad que ninguna bacteria sobrevive en ella. Simboliza la Inmaculada Concepción, en cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original ni personal.
26 de febrero: El primer milagro de curación: El buen párroco de Lourdes había pedido una señal, y en vez de la muy pequeña que había pedido, la Virgen acababa de darle una muy grande, y no solo a él, sino a toda la población. Había en Lourdes un pobre obrero de las canteras, llamado Bourriette, quien veinte años antes había tenido el ojo izquierdo horriblemente mutilado por la explosión de una mina. Era un hombre muy honrado y muy cristiano. Mandó a la hija a buscarle agua a la nueva fuente y se puso a orar, y aunque estaba un poco sucia, se frotó el ojo con ella. Comenzó a gritar de alegría. Las negras tinieblas habían desaparecido, no le quedaba mas que una ligera nubecilla, que fue desapareciendo al seguir lavándose. Los médicos habían dicho que él jamás se curaría. Al examinarlo de nuevo no quedó mas remedio que llamarle a lo sucedido por su nombre: milagro. Y lo mas grande era que el milagro había dejado las cicatrices y las lesiones profundas de la herida, pero había devuelto aún así la vista. Muchos milagros siguen sucediendo en Lourdes, por lo que en el santuario hay siempre una multitud de enfermos.
La primera vela en la gruta de Lourdes: Un día al final de la aparición, Bernardita se acercó a su tía que la acompañaba y le dijo: ¿Quieres darme una vela y permitirme dejarla en la gruta?. Entonces se dirigió hasta el fondo de la gruta y allí la dejó encendida, apoyándola en la roca. Esta vela quizás en su momento fue la única, ahora son millones las que arden constantemente ante la imagen de la Virgen. La vela encendida es un hermoso símbolo: la cera blanca y virgen de la que está formada siempre ha representado la humanidad que Cristo tomó de María, y que unida a la Divinidad es la Luz del mundo. Como la cera de la vela, ésta humanidad sagrada se consumirá delante de Dios en adoración, suplicas y acción de gracias. La luz de la vela, resplandeciente y radiante, simboliza la Divinidad del Hijo de María. La vela encendida representa igualmente al cristiano, que iluminado por la fe debe consumirse delante de Dios como víctima de penitencia y amor.
El 2 de marzo Bernardita fue de nuevo a ver al párroco de Lourdes, recordándole la petición de la Virgen de levantar un Santuario en el lugar de las apariciones. El párroco le contestó que era obra del Obispo quien ya estaba enterado de la petición y sería el encargado de poner por obra el deseo celestial de la Visión.
El 4 de marzo, ultimo día de la quincena y siguiendo su costumbre, Bernardita antes de dirigirse a la gruta asistió a la Santa Misa. Al final de la aparición, tuvo una gran tristeza, la tristeza de la separación. ¿Volvería a ver a la Virgen?. La Virgen siempre generosa, no quiso que terminara el día sin una manifestación de su bondad: un gran milagro, un milagro maternal, coronación de la quincena de apariciones: un niño de dos años estaba ya agonizando, se llamaba Justino. Desde que nació tuvo una fiebre que iba poco a poco desmoronando su vida. Sus padres, ese día, lo creían muerto. La Madre en su desesperación lo tomó y lo llevó a la fuente: el niño no daba señales de vida. La madre lo metió quince minutos en el agua que estaba muy fría. Al llegar a la casa, notó que se oía con normalidad la respiración del niño. Al día siguiente, Justino se despertó con tez fresca y viva, sus ojos llenos de vida, pidiendo comida y sus piernas fortalecidas. Este hecho conmocionó a toda la comarca y pronto a toda Francia y Europa, tres médicos de gran fama certificaron el milagro, llamándolo de primer orden.
Entonces el gobernador de Tarbes, ciudad a la que pertenecía Lourdes, reunió a todos los alcaldes de la zona para dar instrucciones precisas de prohibir de inmediato la asistencia a la gruta de todo ciudadano. Todo fue en vano, cada día acudían mas peregrinos de todas partes. No obstante las persecuciones, las burlas y las injurias, Bernardita continuaba visitando la Gruta. Iba a rezar el Rosario con los peregrinos. Pero la dulce visión no aparecía. Ella ya estaba resignada a no volver a ver a la Virgen.
Yo soy la Inmaculada Concepción
El 25 de Marzo fue el día de la gran revelación. En el día de la Anunciación Bernardita se sintió fuertemente movida a ir a la Gruta. Muy contenta obedeció ese llamado en su corazón, y fue inmediatamente. Como era una fecha solemne, los peregrinos tenían la esperanza de que la Virgen se aparecería y cuando llegó Bernardita se asombró de la cantidad de personas que encontró. Fue este día 25, en la historia de las apariciones, un día de gloria. Bernardita volvió a preguntarle a la Señora: “quieres tener la bondad de decirme quien eres y cual es tu nombre?”. La visión resplandecía mas que nunca, sonriendo siempre, y siendo su sonrisa la única respuesta. Bernardita insistió…”¿quieres decirme quien eres?, te lo suplico Señora Mía”. Entonces la Señora apartó su vista de Bernardita, separó sus manos, hizo deslizar en su brazo el Rosario que tenía en sus dedos, levantó a un mismo tiempo sus manos y su cabeza radiante, en tanto que sus manos se juntaron delante del pecho, su cabeza se afirmó y, mas resplandeciente que la luz del sol, dirigida la vista al cielo dijo:
“YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN”
Y así desapareció, dejando en Bernardita esta imagen y ese nombre. Bernardita oía por primera vez esas palabras. Mientras se dirigía a la casa parroquial para contarle al párroco (ya que éste le había dado el encargo de preguntar a la visión como se llamaba) iba ella por todo el camino repitiendo “Inmaculada Concepción”, esas palabras tan misteriosas y difíciles para una niña analfabeta. Cuando el párroco oyó el relato de Bernardita, quedó asombrado. ¿Como podía una niña sin ninguna instrucción religiosa saber el dogma que solo unos cuatro años antes había la Iglesia promulgado?. En 1854 el Papa Pío IX había definido el dogma de la Inmaculada Concepción. El sacerdote comprobó definitivamente que Bernardita no se había engañado, era ella, la Virgen Santísima, la soberana Madre de Dios quien se le aparecía en la Gruta. Años después confesó que mucho le costó reprimir la emoción que sintió cuando la niña pronunció esas palabras. Su corazón no podía ya ocultar la maravilla que estaba ante sus ojos. Bernardita también encontró entonces la seguridad de que era la Madre de Dios quien le hablaba, lo que le dio una gran paz y alegría en el corazón.
Este es el mayor misterio de Lourdes, revelado graciosamente por María a Bernardita: Los dogmas de la iglesia son fundamentales para dar firmes cimientos al Cuerpo Místico de Cristo. La iglesia, cuerpo vivo y en permanente evolución desde que Jesús mismo le dio vida, se nutre de las verdades que hacen de María un pilar fundamental de nuestra fe. Inseparable es María de Su Hijo, Jesús. E inseparable es la pureza de la Madre y la Pureza del Hijo. Inmaculada Una, inmaculado El. ¿Cómo podría el Padre haber dado la naturaleza humana a Su Hijo, si no fuera en un Cuerpo y un Alma Inmaculados?. La nueva Arca de la Alianza, María, fue, es y será la más pura obra de la Creación. La nueva Eva que vino a corredimirnos junto a Su Hijo: el Redentor, el nuevo Adán. Jesús y María, unidos indisolublemente en la obra de la Salvación: El sobre Su Trono de Rey, Ella a sus pies, como Su mas perfecta discípula.
5 de Abril: El día lunes de Pascua Bernardita volvió a la gruta, rodeada de una verdadera multitud de personas que oraban con ella. Arrodillada como era su costumbre, tenia en la mano izquierda la vela encendida que le acompañaba en todas las ocasiones y la apoyaba en el suelo. Absorta en la contemplación de la Reina de los Cielos, y mas sabiendo ahora con seguridad que era la Virgen Santísima, levantó sus manos y las dejó caer un poco, sin percatarse que las tenia sobre el extremo de la vela encendida. Entonces la llama comenzó a pasar entre sus dedos y a elevarse por encima de ellos, oscilando de un lado para el otro, según fuera el leve soplo del viento. Los que estaban ahí gritaban: “se quema”. Pero ella permanecía inmóvil. Un médico que estaba cerca de Bernardita sacó el reloj y comprobó que por mas de un cuarto de hora la mano estuvo en medio de la llama, sin hacer ella ningún movimiento. Todos gritaban ¡milagro!. El médico comprobó que la mano de Bernardita estaba ilesa. Después que terminó la aparición: uno de los espectadores aproximó a la mano de Bernardita la llama de la misma vela encendida, y ella exclamó: “¿Oh que quiere usted, quemarme?
La última aparición
Fue el día 16 de Julio de 1858, día de la Virgen del Carmen. Bernardita, que llevó el escapulario del Carmen toda su vida, se siente de nuevo movida a ir a la gruta, que está cercada, vigilada y prohibida por las autoridades locales. Va acompañada de su tía Basile y unas vecinas. Bajan por praderas contiguas a la gruta, siendo acompañadas por una multitud que al verla no dudó del llamado de María. Se arrodillaron lo mas cerca posible de la gruta pero sin poder llegar a ella.
Bernardita recibe la última visita de la Virgen y diría luego: “Nunca se había aparecido tan gloriosa”. Bernardita había cumplido su misión, con gran amor y valentía ante todos los sufrimientos que tuvo que sobrellevar y ante todos los obstáculos que el Enemigo puso en su camino. Su confesor dijo repetidamente: “La mejor prueba de las apariciones es Bernardita misma, su vida”.
Los ataques del demonio
Se lee en el libro del Génesis que la enemistad entre la mujer y el demonio durará por siempre. Y esto es así porque es María quien vence al mal, con Su Pureza infinita y con Su Inmaculado Corazón. Es que satán simplemente no puede soportar tanta perfección celestial en una criatura. María representa y anticipa la derrota del mal, es la prueba de la santidad a la que se llega por el camino de la humildad, el silencio y la entrega a Dios. Este es el motivo por el que en toda aparición Mariana se producen ataques del maligno, y no fue Lourdes la excepción, ya que durante la cuarta aparición Bernardita escuchó claramente un coro de aullidos que provenían del canal que corre frente a la Gruta. Voces altisonantes, como de fieras que peleaban entre si, voces que le ordenaban que escape de allí. María también escuchó, ya que levantó su mirada en dirección a esas voces. De inmediato estas profirieron profundos gritos y se dieron a la fuga, no escuchando Bernardita más esos sonidos.
Pero antes de que terminen las apariciones hubo otros ataques del maligno: una señora llamada Honorine pasaba por la gruta cuando escuchó gritos y sonidos de bestias peleando dentro de la gruta. Esto le ocurrió también al día siguiente, por lo que la dama huyó aterrorizada y no fue a la gruta por mucho tiempo. También un niño llamado Juan Bautista Estrade sufrió un gran susto: al pasar frente a la gruta se detuvo a rezar por un momento. En ese momento vio que desde la gruta se dirigía hacia él una hermosa dama, que flotaba sobre una nube, pero una nube cuyos colores eran como los de las tormentas. Esta mujer fijó sus ojos en los del niño, que aterrorizado vio que eran enormes y negros. El niño comprendió que era el demonio y huyó. Solo luego de varios días aceptó narrar lo sucedido. Muchos otros eventos de este tipo sucedieron por esos días.
Pensemos por un instante en la gigantesca obra que surgió a partir de la aparición de Lourdes, y cuantas almas fueron rescatadas de las garras del mal a través de las gracias derramadas por la Madre de las Gracias allí. Además, Lourdes es un símbolo de pureza, de la Inmaculada Concepción, de principio a fin. Es a partir de estos simples pensamientos que comprendemos cuanto daño le hizo a los planes del príncipe de la mentira lo que ocurrió en la gruta de Massabieille. Por supuesto, quiso arrebatar de las manos de María semejante logro, más nada puede hacer él frente a la Reina del Cielo. ¡Con su calcañal Ella aplasta su cabeza
El mensaje de la Madre de Dios en Lourdes
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede resumirse así:
1. Es un agradecimiento del Cielo por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes (1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de ésta virtud.
2. Es una exaltación a las virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.
3. Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la Cruz.
4. La importancia de la oración, del rezo del Santo Rosario, de la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello). También un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y la importancia del cuidado de los enfermos.
Bernardita después de las apariciones
La humilde jovencita escogida para tan gran misión permaneció después de las apariciones como era antes, es decir la Virgen se encargó de conservarla sencilla, humilde y modesta. A ella no le gustaban el bullicio ni la popularidad. Pasaba como una más, excepto por sus virtudes, por su inocencia, su candor y rectitud en su obrar. Hizo su primera comunión el mismo año de 1858, el 3 de junio, día de Corpus Christi. Nada espectacular sucedió excepto que ella había piadosamente recibido a Jesús. Dios seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la prueba amarga de los sufrimientos: de la incomprensión, burla, casi siempre estaba enferma, soportaba dolores de toda clase, recogida y resignada con paciencia. Sufría de asma crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma, gastralgia, tumor de una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos que le ocasionaron sordera, pero ésta se le curó un poco antes de su muerte.
La Virgen le dijo a Bernardita: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo”. Y estas palabras de la Virgen se cumplieron plenamente en nuestra santa. Mucho tuvo que sufrir durante su vida hasta su muerte a los 35 años. La salud de Bernardita era muy delicada, muchas veces tenía que estar en cama con fiebre. Tenía días críticos con ataques de asma que muchas veces eran tremendamente dolorosos. Muchos encontraban cura a sus enfermedades en la fuente de Lourdes, pero no Bernardita. Un día le preguntaron: “¿No tomas del agua de la fuente?. Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a ti?. Esta pregunta insidiosa pudo haberse convertido en una tentación para Bernardita en no creer en la aparición, pero ella no se turbó. Le respondió: “La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito”. ¿Porqué tu más que otros?. “El buen Dios solo lo sabe”. ¿Regresas algunas veces a la gruta?. “Cuando el Párroco me lo permite”. ¿Porqué no te lo permite todo el tiempo?. “Porque todos me seguirían”. Antes habías ido aún cuando se te había prohibido. “Eso fue porque fui presionada.” La Virgen Santísima te dijo que serías feliz en el otro mundo, así que estas segura de ir al cielo. “Oh no, eso será sólo si obro bien”. ¿Y no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?. “Nosotros lo sabemos muy bien, no es necesario que yo lo diga”.
Su últimos años en Lourdes
Bernardita no podía recibir en su casa el cuidado que ella necesitaba para su frágil salud y el gran número de visitantes curiosos le causaban fatiga. Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale (el párroco de Lourdes) pidió a la Superiora del Hospicio de Lourdes que acogiera a la niña. Le dijo: “Es con ustedes que la niña debe estar. Ustedes pueden darle el cuidado que ella necesita en todos los aspectos”. En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el hospital y la escuela, le ofrecieron un asilo titular. Desde aquel día permaneció bajo su techo, con su salud delicada, pero con su consigna de siempre: no llamar la atención de nadie. Aún cuando sus padres ya se habían mudado del calabozo y vivían en un molino, le dieron permiso para permanecer con las hermanas. Su madre lloró por su partida pero sabía que era por el bienestar de la niña.
Sin ser brillante, Bernardita adquirió entonces gran cantidad de conocimiento elemental. En su tiempo en el hospicio permaneció siendo una niña de su edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy vivaz, a quien le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces la ponían a cuidar niños más pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales y Bernardita se mostraba tan joven y juguetona como la más pequeña niña.
Al crecer, Bernardita tuvo como toda joven sus momentos de vanidad, queriendo estar arreglada y lucir bien. Pero todas estas vanidades pasaron por ella rápidamente y sin dejar ningún rastro en su corazón. Decía la Hermana Victorina: “La fiebre pasó rápidamente y no dañó su profunda piedad”.
La vocación religiosa
La Virgen Santísima le dio una gracia especial al llamarla a la vida religiosa. Parece que nunca Bernardita consideró en serio el matrimonio. A los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa se le presentó claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue difícil hacerle comprender que su salud era muy delicada para enfrentar los rigores del Carmelo. Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su diócesis la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio y la escuela de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su orientación. El le preguntó cuáles eran sus intenciones para el futuro y ella le respondió: “Señor Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa como una sierva”.
Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una religiosa como las hermanas a las que tan apegada estás?. “Oh, Señor Obispo, nunca he creído que esto pudiese ser para una ignorante y pobre niña como yo. Usted sabe bien que soy pobre y no tendría la dote necesaria”. No es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede hacer una excepción a la regla y recibir a una joven sin dote, si ella tiene signos claros de vocación”. “Señor Obispo, sus palabras me han tocado profundamente, le prometo que pensaré en ellas”.
Habiendo hecho su elección, más ataques de enfermedad y la necesidad de intentar varios tratamientos médicos retardaron la puesta en práctica de su promesa. En 1866 escribió: “Estoy mas presionada que nunca a dejar el mundo en ingresar al convento. Ahora lo he decidido definitivamente y espero dejarlo pronto”. Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de edad. Por última vez fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo corazón. “¿Ven la gruta?, era mi Cielo en la tierra”. Al día siguiente se despidió de su familia y el 4 de Julio de 1866 Bernardita dejó su pueblo natal para nunca más volver.
La Hermana María Bernarda (Marie Bernard)
Ni la superiora, la hermana Josefina Imbert, ni la maestra de novicias Madre María Teresa Vausou, entendían el tesoro que se les había confiado. Sí, admitían que la Virgen se le apareció, pero la veían tan “ordinaria” que tenían dificultad en ver santidad en ella. Su idea de santidad aparentemente era diferente a la de la Iglesia. En el proceso de Beatificación, el Reverendo Peach les dijo a sus estudiantes: “El testimonio llegó a esto: que Bernardita era muy ordinaria. Pero cuando se les preguntó si ella era fiel a las reglas, si tenía que ser corregida por desobediencia o en referencia a la pobreza y castidad, todas se apresuraron a decir: “Oh no, nada de eso”.”
¿Por qué sus superioras la juzgaban tan mal?, solo se puede encontrar respuesta en que era parte de la Providencia Divina para la santificación de Bernardita. De manera particular la Maestra de Novicias, Madre María Teresa Vauzou, quién fue la causante de muchos sufrimientos espirituales de Bernardita durante los 13 años que vivió en el convento. La Madre María, quien era estimada por su ojo agudo y su penetración psicológica, nunca fue capaz de leer en esta alma límpida su íntima unión con Dios, ni tampoco su total abandono a los deseos de la Divina Voluntad, la cual formaba su vida interior. Bernardita, sin haber estudiado sobre las formas de oración, pasaba horas en ella, recitando su Rosario con gran fervor. Vivía en unión perpetua con la Virgen Santísima y a través de Ella con Jesucristo. “Bernardita estaba totalmente perdida en Dios”. Al recibir el hábito de postulante recibió su nombre de religiosa el cual sería su mismo nombre bautismal, Sor María Bernarda.
Tres semanas después de haber recibido el hábito, Bernardita enfermó de gravedad con un nuevo ataque de tuberculosis y tuvo que ser puesta en la enfermería. Esta crisis de sofocación asmática y de tos fue tan seria que el médico pensaba que su muerte era inminente. La Madre Superiora llamó al Obispo y este le administró el Sacramento de Extrema Unción, pero ella no pudo recibir el Viático porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que Bernardita estaba a punto de morir, la Madre Superiora quiso darle el consuelo de pronunciar sus votos. Habló con el Obispo, y la comunidad dio su aprobación unánime. Sabiendo lo que iban a hacer, Bernardita respondió con una sonrisa de agradecimiento. Fue el Obispo Forcade quien presidió la ceremonia. Bernardita dio su consentimiento por medio de signos ya que no podía hablar. Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba que estaba a punto de morir, pero Bernardita siempre ponía su salud en las manos de la Virgen.
La nueva religiosa se durmió y se despertó a la mañana siguiente en un estado de felicidad que ella declaró a su Superiora: “Mi Reverenda Madre, usted me hizo hacer la profesión religiosa porque pensaba que iba a morir. Bueno, mire no voy a morir”. La Madre Superiora entonces le respondió: “Tonta, tú sabías que no ibas a morir y no nos lo dijiste. En este caso, si no has muerto para mañana en la mañana, te quitaré el velo”. Y la hermana María Bernarda, con admirable sumisión heroica, le respondió simplemente: “Como usted desee, reverenda Madre”. Y a pesar del dolor que esto le causaba, supo aceptar este cáliz que el Señor le enviaba.
Durante su noviciado, Bernardita fue tratada más severamente y quizás más cruelmente que las otras novicias. Sus compañeras decían: “No es bueno ser Bernardita”. Pero ella lo aceptaba todo y veía en ello la mano de Dios. Bernardita profesó el 30 de octubre de 1867 con el nombre de Sor María Bernarda, cuando tenía 23 años de edad. Sin embargo, la felicidad de ese momento fue teñida por una ruda humillación. Cuando llegó el momento de distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la Madre Superiora respondió a la pregunta del Obispo: “¿Y la hermana María Bernarda?, “Oh, Señor Obispo, no sabemos que hacer. Ella no es buena para nada”. Y prosiguió: “Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de usarla ayudando en la enfermería”. A lo cual el Obispo consintió. La hermana María Bernarda recibió el dolor de esta humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró, simplemente aceptó el cáliz.
Muchas tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas se apilaban sobre ella, y ella decía: “Cuando la emoción es demasiado fuerte, recuerdo las palabras de nuestro Señor, “Soy Yo, no tengan miedo”. “Ante el rechazo y humillaciones de mis Superioras y compañeras inmediatamente agradezco a nuestro Señor por esta gran gracia. Es el amor de este Buen Maestro el que hará desaparecer el árbol del orgullo en sus malas raíces. Mientras más pequeña me hago, más crezco en el Corazón de Jesús.”
A Bernardita se le concedió un gran regalo al comienzo de 1874. Había sido asistente de enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas se diminuían. Después de un ataque de bronquitis en el otoño de 1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se determinó que estaba muy débil para seguir ayudando en la enfermería y se le dio el trabajo de menos esfuerzo físico en el Convento, el cual era al mismo tiempo el más importante, y el cual ella amó mucho más que el de ayudante de enfermería: la nombraron asistente de sacristán. Su nueva posición le daba la oportunidad de pasar mucho tiempo en la capilla, cerca del Santísimo Sacramento. Estaba casi sin supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor en el Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña. Manejaba todos los artículos sagrados con gran reverencia. El corporal, los purificadores y las albas los trataba consciente que Jesús Encarnado los había tocado durante el Sacrificio de la Eucaristía. Por eso no permitía que nadie le ayudase en este ministerio.
Pero este regalo no duró por mucho tiempo, ya que su salud constantemente empeoraba. A partir de 1877 no es más que una inválida. Se le provee cuidado lo más posible y ella obedece todas las prescripciones. Pronunció sus votos perpetuos el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que se sentía mejor. Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre retornó a la enfermería, para nunca más salir. Sus últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar por la noche oscura del alma. Perdió confianza, la paz del corazón y la certeza del Cielo. Fue tentada al desánimo y desesperación. Pensaba que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más amargo y su sufrimiento mayor.
También sufría mucho físicamente. La cama le causó tener la espalda repleta de llagas. Su pierna tuberculosa se le reventó. Desarrolló abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente sorda por un tiempo. Si no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie hubiese sospechado que estaba enferma. Su actitud tan serena y gozosa no manifestaba el profundo sufrimiento que padecía. No perdió su fortaleza y su aceptación. A una hermana que le dijo que iba a orar para que el Señor le mandara consolación, ella le respondió: “No, no, no consolación, solo fortaleza y paciencia”. Bernardita padeció su pasión durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de Abril de 1879 rogó a las religiosas que la asistían que rezaran el Rosario, siguiéndolo ella con gran fervor. Al acabar un Ave María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta y murió. Eran las 3:15 PM. Sus últimas palabras fueron la conclusión del Ave María: “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora….pecadora…”.
Santa Bernardita
Pocos años pasaron desde el fin de las apariciones para que la iglesia abra el proceso de investigación de las apariciones de la gruta de Massabieille. Se convoco a teólogos y médicos, geólogos y científicos. No sólo se investigó a la propia Bernardita, sino también el origen de la fuente de agua que surgió en la gruta. Pero el determinante fue el abrumador numero de testimonios de conversiones, milagros de sanación y gracias que las multitudes recibieron. Se aprobó la aparición dándose libre acceso a la devoción de la virgen en Lourdes a las multitudes que acudían a la gruta, al Santuario que se abrió allí, al agua que surgía de la fuente y que curaba a muchos enfermos. Atrás quedaron los años iniciales de persecución, donde la policía prohibía el acceso y perseguía a Bernardita, llegando incluso a intentar encarcelarla. Lourdes se fue transformando en un punto de espiritualidad Mariana que derramaba sus Gracias por el mundo entero, reproduciendo el amor por María entre sus hijos. Y como continuación de la obra del Cielo allí, Bernardita dio testimonio de una vida de santidad oculta, pero que salió a la luz con el paso de los años, como ocurre con las maravillas del Señor: ocultas y pequeñas en un inicio, esplendorosas cuando salen a la luz.
Bernardita fue finalmente Canonizada el 8 de Diciembre de 1933 ante el amor y la alegría de todo un pueblo. Celebramos su fiesta el día en que partió a la casa del Padre, el 16 de Abril. Lourdes se ha convertido en el santuario Mariano mas visitado de Europa y el segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe en México. Infinidad de enfermos han sido sanados en las aguas milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las muchísimas conversiones del corazón.
El cuerpo incorrupto de Bernardita
Después de su muerte, su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del jardín del Convento y la que estaba dedicada a San José. Fue en esta Capilla en la que, después de 30 años, en Septiembre 22 de 1909 reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano. El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación. Su piel dura, pero intacta, mantuvo su color. Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación el 12 de Junio de 1925. (ver Santos Cuerpos Incorruptos)
De este modo, dos veces se abrió el féretro de Bernardita durante su proceso de Beatificación y Canonización, después de décadas de su muerte. Y en ambas oportunidades se encontró su cuerpo totalmente incorrupto pese al paso de los años. Esta señal de Dios, un milagro ante nosotros, testimonia la santidad que ella tuvo en vida y que le mereció entrar al Reino de Dios de la mano de su amada Madre Celestial.
Su cuerpo, aún incorrupto en la actualidad, está expuesto en una urna de cristal en el convento de San Gildard, en Nevers, Francia. Miremos el rostro resplandeciente, pleno de felicidad, de Bernardita. Ella nos muestra con que alegría se llega al final de la vida, cuanto se tiene la seguridad plena de estar entrando en la Patria Celestial
¡Santa Bernardita, ruega por nosotros!
Oración a la Virgen de Lourdes
“Santísima Virgen de Lourdes, que a ninguno desamparas ni desechas, mírame con ojos de piedad y alcánzame de tu Hijo perdón de mis pecados para que con devoto afecto celebre tu Santa e Inmaculada Concepción, en tu milagrosa imagen de Lourdes y reciba después el galardón de la bienaventuranza del mismo de quien eres Madre. Amén.”
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